Ahí cierta literatura previa a la ficción hipertextual abrió senderos de innovación ante el lector que hoy día son ya un territorio narrativo ampliamente explorado en Internet (tal vez todavía virgen de posibilidades con la irrupción del libro electrónico):
- En 1941 Jorge Luís Borges publica el relato "El Jardín de senderos que se bifurcan", donde postula la posibilidad de "un laberinto que fuera estrictamente infinito", poniendo en aviso al lector al lector de sucesos donde "hay varios desenlaces posibles". Esta obra es considerada por muchos autores (el propio Manovich) como precursora del concepto de hipertextualidad, junto con el Memex de Vannevar Bush.
- En 1963 Julio Cortázar da un paso más allá con Rayuela, una antinovela (o contranovela, como él prefería denominar) que podría considerarse en rigor una base de datos (de relatos) que configura diferentes niveles argumentales y posibilidades de lectura. Desde la linealidad "tradicional" hasta las rutas alternativas (saltando entre fragmentos hacia delante, hacia atrás), pasando por la novedosa posibilidad (por aquel entonces) de abordarla aleatoriamente.
- A finales de los setenta la editorial norteamericana Bantam Books publica la exitosa colección "Elige tu propia aventura", donde diferentes títulos de literatura juvenil plantean (en la segunda persona del singular) itinerarios interactivos de lectura. Mediante estos el lector debe escoger, a medida que el relato avanza, entre dos o más acciones posibles, lo cual le lleva irremediablemente a diferentes desenlaces.
Pero qué hay de la reflexión sobre este principio que hace Manovich en El lenguaje de los nuevos medios de comunicación: "¿Queremos, o necesitamos, ese tipo de libertad?" (en este caso considerando cada vez que el lector se ve obligado a ser, más que partícipe, coautor de lo que va leyendo). ¿Estamos en realidad preparados? Al fin y al cabo (y pese a "antiguas" filigranas literarias como las enumeradas) tal vez está aún por llegar una generación que aprenda a leer saltándose la linearidad. Ese niño cuyos primeros pasos como lector no sean en la persistente sencillez de la literatura popular infantil, sino entre un laberinto de moralejas interactivas...